Predicar con la luz
Lo que distingue a la especie del resto de los animales es su capacidad de creación artística. El arte es el norte del camino y el arco que tensa el hombre para transcribir su historia, su entorno vital, sus demonios interiores y la fuga del tiempo. La materia de donde nacen las obras de arte siempre ha sido el mismo barro paridor de belleza y alimento del alma: pigmentos, luces y sombras, piedras, sonidos en el tiempo, metales y palabras, ficciones, manías, esperanzas, dolores y latidos.
Gustavo Pérez decidió un día que iba a dejar de escribir poesía para dedicarse a la fotografía, sin saber que esa decisión no la puede tomar el poeta, puro amanuense del dios de las palabras, y que dejar de contar y cantar en versos es un auto de fe que sólo puede dictaminar la propia poesía. Desde entonces Gustavo se ha convertido en un cronista de su época, de la crudeza social y las miserias de un país, y ha contado sus historias de vida con una cámara oscura —camera lúcida, hubiera dicho Barthes—, ha puesto en reposo las palabras para venir a predicar con la luz. | Germán Guerra