Delirios se despliega como una obra intensamente estratificada en sus temas, lenguajes y referencias. En un espacio escénico minimista y claustrofobia, se desvelan las complejidades de personajes enredados en recuerdos, deseos y conflictos no resueltos. Enrique, Freddy, María Julia (Mama) y Roberto conforman un universo de relaciones tensas, entrelazadas por el amor, el resentimiento y la memoria, donde el pasado es tan presente como ineludible.
La propuesta utiliza el teatro dentro del teatro como herramienta narrativa y conceptual. María Julia, con sus evocaciones de obras y su contante dramatización de la realidad, transforma cada encuentro en una auténtica performance. Fragmentos textuales y canciones, distorsionados por la memoria de los personajes, refuerzan el carácter fragmentado y onírico de la obra, dialogando con la tradición teatral y la cultura cubana.
La puesta en escena plantea interrogantes fundamentales: ¿Cuánto de lo que somos se define por lo que elegimos olvidar? ¿Hasta qué punto nuestra libertad está condicionada por la memoria y las ataduras emocionales? Enrique, siempre al borde de la huida, retrocede ante la enigmática puerta que simboliza, en un doble sentido, tanto la posibilidad de cambio como la imposibilidad de cruzar hacia lo desconocido. Así, Delirios se erige como un retrato descarnado de la condición humana, un delicado equilibrio entre el anhelo de liberación y el peso de las condiciones pasadas.